Carlos Fuentes, el escritor de la crítica social que cambió el rumbo de la narrativa mexicana

Se cumplen diez años de la muerte de Carlos Fuentes, uno de los autores fundamentales de las letras mexicanas del siglo XX y principios del XXI. Su obra se nutrió de una nación, México, a la que al mismo tiempo dio dimensión universal explorando la recíproca e inagotable relación entre historia y literatura

El escritor mexicano Carlos Fuentes en 2009, durante la presentación de su libro Adan en el Edén en la XXIII Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL). (Efe)

Intelectual cosmopolita, diplomático, ensayista, novelista, dramaturgo, profesor universitario... autor tan prolífico y polémico como comprometido con su tiempo, Carlos Fuentes destacó por su inteligencia y erudición, por la agudeza y brillantez de sus reflexiones y por el conocimiento de la psicología de lo mexicano, a la que llega gracias a su amplia perspectiva cultural. 

Vino a demostrar que el estudio en torno a la creación de la identidad nacional no estaba reñido con la crítica incisiva en cuestiones sociales o políticas, para lo que desarrolló un lenguaje audaz y novedoso que incorporaba neologismos, palabras coloquiales y extranjerismos, recursos que cambiaron el rumbo de la narrativa mexicana, constituyendo así uno de los pilares del llamado “boom latinoamericano”.

Carlos Fuentes Macías, de padres mexicanos, nació en Panamá el 11 de noviembre de 1928 donde su padre, diplomático de carrera, ejercía en ese momento. Tuvo una infancia cosmopolita. Se licenció en Derecho en México y se doctoró en Ginebra y fue también embajador de su país en Francia (1975-1977) y después profesor de Español y Literatura Comparada en las universidades de Princeton, Pensilvania, Harvard –donde en 1988 fue el primero en ocupar la cátedra Robert Kennedy- y en Dartmouth, una faceta menos conocida -pero con la que él disfrutaba- que la literaria pero que resulta esencial para entender la proyección e influencia intelectual que ha dejado. 

Su formación pluricultural lo llevó a estar muy comprometido con la política internacional y en concreto con los problemas de Iberoamérica. Desde sus primeros textos, destacó por esa valiente crítica social que destila por todos sus poros y que es constante en su obra.

Cuando en 1958 apareció “La región más transparente”, un joven y poco conocido escritor desvelaba a los mexicanos que su tan celebrada revolución fue realmente un fracaso porque fue traicionada, una joya literaria que supuso toda una transgresión a la narrativa de la época y marcó el camino a otros escritores. Cuatro años después salía “La muerte de Artemio Cruz”, donde el mexicano volvía a abundar en la revolución traicionada, recordada ahora desde su lecho de muerte, la de aquel poderoso empresario que no dudó en traicionarla a cambio de poder y dinero.

De la lectura de otro de sus autores imprescindibles, Fiódor Dostoievski, y de su obra “Crimen y Castigo”, Carlos Fuentes hila fino cuando dice: "El mal es el precio de la libertad. Y lo es porque el mal nos revela lo que podemos ser siendo libres y le otorga a la libertad un precio superior, más allá del peligro latente en el ser humano".

Y de otro de sus imprescindibles, el colombiano, y gran amigo, Gabriel García Márquez de su novela “Cien años de soledad” sentencia: "Somos lo que hacemos a partir de lo que heredamos. Nadie escapa a la servidumbre y a la gloria de su ascendencia".

Fuentes recibió los más altos reconocimientos y galardones nacionales e internacionales -solo le faltó el Nobel de Literatura al que fue candidato en varias ocasiones- entre ellos, el Premio Biblioteca Breve (España,1967); el Rómulo Gallegos (Venezuela,1974); Alfonso Reyes (México,1979); el Premio Nacional de Literatura (México,1984) o el mencionado Cervantes. 

En uno de sus discursos como el que pronunció con motivo del Premio Príncipe de Asturias 1994 demostró, una vez más, que por encima de todo, su amor y dedicación a su tierra era incuestionable: “Interpreto todo premio que se me da como un premio para mi país, México, y la cultura de mi país, fluida, alerta, no ideológica, parte inseparable del dramático proceso de transición democrática y afirmación de los valores de la sociedad civil, que vivimos hoy, con esperanza decidida, 90 millones de mexicanos. A mi patria y a sus valores hago acreedores de este premio”.

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