Ida Vitale reivindica la poesía del Quijote
La poeta uruguaya Ida Vitale reivindicó este martes, tras recoger el Premio Cervantes, la poesía del Quijote, cuya locura considera “frenesí poético”, y aseguró que su “devoción cervantina carece de todo misterio”.
Así lo señaló una emocionada Vitale en su discurso en la ceremonia del Premio Cervantes que presiden los reyes en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares (Madrid) tras recibir el premio de manos de Felipe VI. Y ha dicho que más que leer “nada” lo que le gustaría es “abrazar, decir cosas que me salieran del alma”.
Y en su defensa de la poesía en el personaje de Cervantes sostuvo: “muchas veces lo que llamamos locura del Quijote, podría ser visto como irrupción de un frenesí poético, no subrayado como tal por Cervantes, un novelista que tuvo a la poesía por su principal respeto”.
En realidad, confesó, supo de don Quijote “por una gran pileta que, sin duda regalo de España, lucía en el primer patio de mi escuela. Allí nos amontonábamos en el recreo en busca de agua”.
Posteriormente, sus lecturas del Quijote, a excepción de las programadas en la escuela, fueron “libres y tardías”.
Pero se convirtió en una “devoción total” cuando intimó “con aquella pareja española tan tiernamente compatible, entre sí y con una lectora inocente y deseosa de amistades literarias a su alcance, ese Quijote y ese Sancho que hablaban de ‘otra’ manera”.
Un lenguaje que aceptó “de inmediato”: “me integraba a un mundo en el que, sola, me sentía acompañada, capaz de manejarme en él como si fuese el mío propio”, recalcó la poeta, para la que, a la alegría de este galardón, se une el poder agradecerlo en español.
“Porque aun lo que es astuta malquerencia vestida de supuestas precipitaciones mágicas, tiene detrás acciones de criaturas humanas, que pueden ser malignas y burlonas, pero siempre comprensibles, terrestres y sin inexplicables auxilios divinos”, defendió.
Lo que sí quiso “disculpar” de lo sostenido por don Quijote, cuyos pensamientos generalmente “acata”, es que “no hay poeta que no sea arrogante y piense de sí que es el mayor poeta del mundo”.
“No es mi caso, puedo asegurarlo. Sin duda, don Quijote no imaginó jamás que ese género femenino al que se consideraba por oficio llamado a honrar y defender, pudiera caer en tan osada pretensión. Y en eso, estoy segura que acertó”, dijo la poeta.
Y agregó para finalizar su discurso, cuando los aplausos ya sustituían a sus palabras: “Quería hacerme perdonar la audacia de venir aquí y a este lugar meterme a hablar del Cervantes”.
Poesias de Vitales
Fortuna
En este poema, Vitale repasa los fueros de la existencia de la mujer, transida por los hilos de una historia que abre una libertad incipiente para que la mujer sea, simplemente, humana.
Por años, disfrutar del error
y de su enmienda,
haber podido hablar, caminar libre,
no existir mutilada,
no entrar o sí en iglesias,
leer, oír la música querida,
ser en la noche un ser como en el día.
No ser casada en un negocio,
medida en cabras,
sufrir gobierno de parientes
o legal lapidación.
No desfilar ya nunca
y no admitir palabras
que pongan en la sangre
limaduras de hierro.
Descubrir por ti misma
otro ser no previsto
en el puente de la mirada.
Ser humano y mujer, ni más ni menos.
2. Misterios
Para la poeta, el amor se presenta no como un fuego arrasador, sino como una gracia, una luz que se enciende para ser testigo de lo que se comparte, de lo que se espera.
Alguien abre una puerta
y recibe el amor
en carne viva.
Alguien dormido a ciegas,
a sordas, a sabiendas,
encuentra entre su sueño,
centelleante,
un signo rastreado en vano
en la vigilia.
Entre desconocidas calles iba,
bajo cielos de luz inesperada.
Miró, vio el mar
y tuvo a quién mostrarlo.
Esperábamos algo:
y bajó la alegría,
como una escala prevenida.
3. Exilios
Romper la raíz, transitar el camino sin espejo retrovisor, sentir el vértigo, temer la soledad... ese es el destino de quien sufre el exilio, del que es empujado a la noche del desabrigo, de la extrañeza.
...tras tanto acá y allá yendo y viniendo.
Francisco de Aldana
Están aquí y allá: de paso,
en ningún lado.
Cada horizonte: donde un ascua atrae.
Podrían ir hacia cualquier fisura.
No hay brújula ni voces.
Cruzan desiertos que el bravo sol
o que la helada queman
y campos infinitos sin el límite
que los vuelve reales,
que los haría de solidez y pasto.
La mirada se acuesta como un perro,
sin siquiera el recurso de mover una cola.
La mirada se acuesta o retrocede,
se pulveriza por el aire
si nadie la devuelve.
No regresa a la sangre ni alcanza
a quien debiera.
Se disuelve, tan solo.
4. Este mundo
Símbolos de un espacio propio, de la construcción del ser, de su habitación interna, de la pertenencia a sí misma como acto de libertad, son los que nos ofrece en este poema Ida Vitale. Dejemos que su voz nos invite a conocer su mundo.
Sólo acepto este mundo iluminado
cierto, inconstante, mío.
Sólo exalto su eterno laberinto
y su segura luz, aunque se esconda.
Despierta o entre sueños,
su grave tierra piso
y es su paciencia en mí
la que florece.
Tiene un círculo sordo,
limbo acaso,
donde a ciegas aguardo
la lluvia, el fuego
desencadenados.
A veces su luz cambia,
es el infierno; a veces, rara vez,
el paraíso.
Alguien podrá quizás
entreabrir puertas,
ver más allá
promesas, sucesiones.
Yo sólo en él habito,
de él espero,
y hay suficiente asombro.
En él estoy,
me quede,
renaciera.
5. Accidentes nocturnos
En el silencio de la noche hacen su entrada las palabras, traductoras de la consciencia, de los miedos, de la propia hondura del alma. Ese espacio de la noche en que todo se calla es la oportunidad para la visita de la palabra rumiante de nuestro interior, que solo se silencia ante la música.
Palabras minuciosas, si te acuestas
te comunican sus preocupaciones.
Los árboles y el viento te argumentan
juntos diciéndote lo irrefutable
y hasta es posible que aparezca un grillo
que en medio del desvelo de tu noche
cante para indicarte tus errores.
Si cae un aguacero, va a decirte
cosas finas, que punzan y te dejan
el alma, ay, como un alfiletero.
Sólo abrirte a la música te salva:
ella, la necesaria, te remite
un poco menos árida a la almohada,
suave delfín dispuesto a acompañarte,
lejos de agobios y reconvenciones,
entre los raros mapas de la noche.
Juega a acertar las sílabas precisas
que suenen como notas, como gloria,
que acepte ella para que te acunen,
y suplan los destrozos de los días.
6. Un pintor reflexiona
Palabra e imagen, poesía y pintura, un matrimonio antiguo que se verbaliza en este poema, desde el que se evocan las artes del pintor. Si por una lado, un escritor como José Saramago, en la novela Manual de pintura y caligrafía, reflexiona sobre los límites entre ambos, Vitale extiende los puentes, continua el lienzo en los ecos rítmicos de la palabra que evoca cuadros vivos en la imaginación.
Qué pocas cosas tiene
este callado mundo,
más allá de mis Cosas.
Está ese sol que incendia
las paredes vecinas,
los cables del tendido
y aquí no entra porque
qué pensaría el triste,
el alón del sombrero
que, perdida su copa,
ya no abandona el muro
y tengo por la Elipse.
Y las flores de trapo,
que pintadas soñaron
con ser frescas y hermosas
y sobreviven mustias,
¿qué dirían, mis eternas?
Mis ocres, lilas, rosas,
mis marfiles sesgados
por sombras que entretejen
mis líneas adivinas,
son, en su quieto reino.
No importa el sol, afuera.
Que le baste Bolonia
y el ladrillo ardoroso
y en mera luz y sombras
me deje entre mis cosas.
Ya nos encontraremos
si en el pequeño parque,
pinto y pienso en Corot.
Voy a ser aún más leve:
en leves acuarelas
últimas, que precisen
el paso de las formas
por la bruma que sea
un color suficiente.
Pintaré un mandolino
que acompañe la danza
de mis disposiciones
entre sí con sus sombras,
con luces y con trazos
que sutiles abrazan
mis objetos amados.
Y ya toda Bolonia
será de un suaverrosa
sin presunción alguna,
sobre el fatal hastío
si, decimonónico,
de lecheras y henares,
gallineros y cielos.
Cerca de mis hermanas,
viajaré por mis Cosas.
6. Residua
La inquietud sobre el paso del tiempo, sobre los deseos caprichosos de la memoria, a veces vívida, a veces opaca, se hace presente en la obra de la poeta. Es la inquietud universal: ante lo vivido, solo parece quedar el vértice de una estela primero espumosa y vibrante, luego el compás abierto que cede su vibración hasta fundirse en un océano uniforme. Pero si algo queda, eso que queda, ¿será lo que llaman poesía?, se pregunta Vitale.
Corta la vida o larga, todo
lo que vivimos se reduce
a un gris residuo en la memoria.
De los antiguos viajes quedan
las enigmáticas monedas
que pretenden valores falsos.
De la memoria sólo sube
un vago polvo y un perfume.
¿Acaso sea la poesía?
7. Libro
Vitale nos presenta un canto al olvidado, al mal amado de los tiempos modernos, al que ya poco se exhibe en las repisas de las casas, el libro.
Aunque nadie te busque ya, te busco.
Una frase fugaz y cobro glorias
de ayer para los días taciturnos,
en lengua de imprevistas profusiones.
Lengua que usa de un viento peregrino
para volar sobre quietudes muertas.
Viene de imaginaria estación dulce;
va hacia un inexorable tiempo solo.
Don que se ofrece entre glosadas voces,
para tantos equívoco, se obstina
en hundirse, honda raíz de palma,
convicto de entenderse con los pocos.
8. Hojas naturales
Una hoja es una promesa sobre la que se construye memoria, sensaciones. Ellas, junto al lápiz, son el escenario donde se materializan los espíritus escondidos, en forma de palabra o de dibujos, de trazos. Son ellas la promesa de, un día, ser escuchados cuando no tengamos voz.
... o el arraigo, escribir en un espacio idéntico
siempre, casa o desvío.
José M. Algaba
Arrastro por los cambios un lápiz,
una hoja, tan sólo de papel, que quisiera
como de árbol, vivaz y renaciente,
que destilase savia y no inútil tristeza
y no fragilidad, disoluciones;
una hoja que fuese alucinada, autónoma,
capaz de iluminarme, llevándome
al pasado por una ruta honesta: abiertas
las paredes cegadas y limpia
la historia verdadera de las pintarrajeadas
artimañas que triunfan.
Hoja y lápiz, para un oído limpio,
curioso y desconfiado.
9. La palabra
Vitale, al igual que muchos poetas, no logra sustraerse a la tentación de escribir sobre esta amante singular que es la palabra. Reflexionar sobre la palabra y el acto creativo mismo, sobre el propio texto que se escribe y discute a la vez, se trata de un ejercicio de autorreflexividad estética, diría la investigadora venezolana Catalina Gaspar en su libro La lucidez poética. En este poema, surge esta mirada.
Expectantes palabras,
fabulosas en sí,
promesas de sentidos posibles,
airosas,
aéreas,
aireadas,
ariadnas.
Un breve error
las vuelve ornamentales.
Su indescriptible exactitud
nos borra.
10. Gotas
La poeta mira la vida, la observa manifestarse. Esta vez son las gotas que tocan, con su gracia, a la vida, que caen sobre justos e injustos, que dejan su huella en los cristales y dejan en ellos significados impresos. ¿Qué dicen las gotas?
¿Se hieren y se funden?
Acaban de dejar de ser la lluvia.
Traviesas en recreo,
gatitos de un reino transparente,
corren libres por vidrios y barandas,
umbrales de su limbo,
se siguen, se persiguen,
quizá van, de soledad a bodas,
a fundirse y amarse.
Trasueñan otra muerte.
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