La boda entre el libro de papel y la obra virtual

Los libros de segunda mano, mustios muchas veces, de hojas amarillentas otras más –rayones y dedicatorias pasadas- de amores pasados/truncados por el tiempo, o por el fin de algunas decisiones tienen un encanto único, que siempre es especial.

Más que “peculiar”, raya en el borde, en el umbral de lo espacial, para muestra siempre hay un botón blanco, ahí está el caso del genial Julio Verne, que imaginó la llegada a la luna; esto ocurrió 100 años antes; algo así como el brindis de despedida de la década de 1960.

Fuera de serie, como Julio Verne, es todo un referente de la ciencia ficción; así lo son los que, se apersonan en los puntos de la capital y el país por visitar en forma frecuente lugares donde se venden los libros viejos; ellos también quieren llegar a la luna, ese satélite que es el libro soñado y nunca comprado.

Es cierto que muchas librerías han cerrado, pero en algunos puntos de la ciudad todavía aparece la convivencia de lo viejo con lo nuevo.

Las librerías, como siempre se esfuerzan por ofrecer volúmenes, sobre los más variopintos temas, que en el caso de las artes pudieren ser de: pintura, escultura, literatura, música, danza, arquitectura y el cine; llamado séptimo arte.

No importa que, los textos, se exhiban en ferias o puestos de libros vetustos, siempre están asociados a sueños/anhelos de leer, de amar, de aprender a releer, o escribir, a tertulias, a un café y a los tertulianos que acuden a éstas citas con el saber.