"El reino", una cinta con más petróleo sangriento

El guión de esta cinta conforma la tesis de D.W. Griffith acerca de que todas las sociedades -no importa la época- tienden al conflicto armado

The Kingdom, protagonizado por Jamie Foxx, es un filme de acción, que deja el sabor de una predestinación.

SD. La semana pasada dedicamos nuestro artículo al premiado filme "There Will be Blood", título traducido como "Petróleo sangriento", que le valió el premio Oscar al actor Daniel Day-Lewis.

La película que hoy nos ocupa, "El reino", está íntimamente relacionada con aquella. Aun cuando no constituyen una saga ni están vinculadas en su producción, poseen en común el tema de fondo, la lucha por el petróleo.

La primera narra los orígenes de la explotación petrolera a comienzos del siglo XX, la segunda se ocupa de las relaciones entre el principal productor de petróleo del mundo, Arabia Saudí, con el gran consumidor del oro negro, Estados Unidos. Ambas van al fondo del conflicto, el cual linda con la religión.

Cine e intolerancia

Desde sus orígenes, la cinematografía se ha ocupado de los conflictos sociales. Una de las producciones fundacionales del formato llamado largometraje es Intolerancia, superproducción de D.W. Griffith, que en 1916 ya se planteaba un análisis histórico y transcultural. Las profundas divisiones entre los seres humanos, producto de las diferentes visiones de mundo y en particular de la interpretación acerca del sentido de la vida, a través de las religiones, motivó al director norteamericano para realizar su más ambicioso proyecto. 

La tesis de Griffith resultó profética: no importa el lugar ni el paso del tiempo, las sociedades tienden al conflicto armado. La intolerancia religiosa nos hace destructivos, mismo planteamiento que el joven actor, escritor y director, Peter Berg desarrolla en El Reino, dando continuidad a la tradición cinematográfica.

Un policial en tiempos de guerra

El guión pertenece a Matthew Michael Carnahan, autor de "Lions for Lambs", representante de una nueva generación de guionistas que va en ascenso. En este filme desarrolla una historia centrada en el personaje Ronald Fleury, un agente de la Agencia Federal de Investigación, más conocida como el FBI.

Uno de sus amigos resulta asesinado, junto a cientos de ciudadanos norteamericanos, en un atentado terrorista en la capital saudí. Ante la oposición de la diplomacia, recurre al chantaje para acudir al lugar de los hechos y realizar la investigación.

El relato es una frenética carrera por encontrar a los culpables, en medio de tensiones con la policía y el ejército árabe.

Se trata de una película de género policial de estilo clásico, es decir, oficiales buscan malhechores, solo que el contexto es más agresivo y cargado de significados poco habituales en una película de "acción". 

El antagonista del agente es el fundamentalista islámico Abu Hamza, al cual deberá perseguir, ayudado por el coronel saudí Faris Al Ghazi. En cuanto a su estilo de realización, este filme dejará contentos a los que gustan de las descargas de adrenalina.

Con un ritmo de montaje acelerado, enfatizado por una cámara que nunca está quieta del todo, es un relato coherente en su forma narrativa con su planteamiento dramático.

La dirección de Berg es acertada y el desempeño de los intérpretes es elevado. Su puesta en escena logra la verosimilitud necesaria, especialmente en las relaciones humanas entre el grupo de investigadores.

La interpretación del protagonista, a cargo de Jamie Foxx, es contundente y convincente, a medio camino entre el vaquero atrevido y el policía astuto.

Pero lo más interesante de esta producción es que constituye una mirada crítica y al mismo tiempo escéptica al conflicto actual del Medio Oriente.

Su conclusión llega a ser terriblemente desalentadora y logra calar en el espectador menos informado, haciendo conciencia de una verdad histórica.  Recomendable para indagar un poco más en la naturaleza humana y su destino aparentemente trágico.