Sexo de cine

Es muy complicado resistirse a copiar un par de trucos de los grandes amantes de las películas.

Chocolat
Hace casi 20 años vimos a John Malkovich embutido en la piel del Vicomte de Valmont y todo cambió. De los instintos pasamos a las fantasías, de las posibilidades a las certezas. De una base novelada quisimos hacer un juego de carne y hueso, volver locas a niñas y maduras con una simple ceja alzada o el dedo en la comisura de los labios, el gesto que acabó copiando la marca de alcohol favorita de James Bond (shaken, not stirred).

De pronto, todos los púberes de una generación quisimos ser malos: jugar con las mentes de las mujeres y el ritmo de su respiración, escribir cartas en sus torsos, hacer que siguieran creyendo en todo lo que creían y, a pesar de ello, no pudieran resistirse a nuestros encantos. Quisimos ser hábiles en la seducción, inolvidables en la cama y crueles en el desayuno. Bárbaros con estilo, insaciables y extremos, aunque pagáramos un alto precio.

En los años posteriores ha habido más referencias, todas sucedáneas, claro. Brad Pitt y sus mordiscos en el cuello de Geena Davis en "Thelma y Louise", Angelina Jolie desafiando todas las leyes físicas desde "Hackers" y hasta "Mr. And Mrs. Smith", Johnny Depp y Juliette Binoche entregados al chocolate y a la exploración de sus cuerpos en "Chocolat", Scarlett Johanson decidida a quebrar cualquier resistencia masculina con esos labios que parecen tallados para el sexo, o surgiendo mojada del césped en el "Match Point" de Woody Allen. Y muchas más. El sexo fílmico vende y genera pautas de comportamiento entre el público que, de utilizarse, deben estar circunscritas a un sentido de la estética. No hay nada más terrible para matar la líbido que descubrir una mala imitación de un truco de cine.

Al final, todo reside en el "tempo", la química y, claro, el desempeño. En el cine todo es "tiempo", tiempo de escena, de descanso, de repeticiones de unos movimientos más o menos mecanizados. En las películas, los actores se desnudan delante de potentes focos y rodeados del "crew", con un guión que les aclara cuándo llega la caricia y cuándo debe desatarse la pasión furiosa. En la vida real hay que adivinar, jugar, ser.

Entre las sábanas, esparcir gotas de ternura en un torrente de energía es garantía de éxito. No se puede olvidar nunca que el sexo es sexo, carne sobre carne. Los preliminares nunca son una pérdida de tiempo... pero se trata de eso, de preliminares. El número e intensidad de los episodios de "petite morte" –estos franceses y su manía de poner eufemismos a un concepto tan gráfico y explícito como el orgasmo– marca la diferencia entre el sexo "ok" y la noche que recordaremos durante mucho tiempo.