La desconocida obra de un republicano español en Santiago

Francisco Tortosa encontró techo, comida y protección en la casa de Narciso Román, en Santiago, diciendo que era artista sin serlo

Casa del farmacéutico Narciso Román, en la calle Máximo Gómez esquina Sully Bonnelly, en Santiago.

La que fuera residencia del farmacéutico Narciso Román, en la esquina de las calles Máximo Gómez y Sully Bonnelly, constituye un inmueble singular en la ciudad. Construida en 1941 - como lo consigna el arco de medio punto sobre la puerta que da acceso al patio por la calle Sully Bonnelly -, junto a la casa del ingeniero Rafael Alfonso Aguayo Ceara, en la calle Cuba, entre las calles Del Sol y Beller, constituye la única dupla representativa del estilo neohispánico en el Centro Histórico.

Más allá de su interés arquitectónico, la casa guardaba un secreto no develado hasta ahora: cuatro murales, uno horizontal y tres verticales, considerados como la obra pictórica pionera de un exiliado español. El primero presenta un grupo de siete ancianos sobre una mesa en la que comparten vasos de vino, enfrentados en juego de cartas y que murmuran, entre sornas y pensativos, la próxima carta a lanzar. En los demás aparecen una cascada entre paredes de rocas, una nave con tres mástiles y velas vista desde tierra bajo un cielo despejado y un barco de vapor flanqueado por dos barcos pequeños que enfila hacia tierra bajo un cielo con nubes. Estos tres últimos llevan la firma “Tortosa”. Si bien su factura responde a un autodidacta empírico, su paleta y gama cromática no, por lo que se puede aseverar que el primero es también del mismo pintor.

Considerando la fecha de construcción de la residencia, su autoría es atribuible a Francisco Tortosa (Moixent, Costera, Valencia, 1880 – Ciudad de México, 1956), un anarquista y sindicalista llegado al país en abril de 1940 en el vapor De La Salle por el puerto de Puerto Plata, como parte del grupo de exiliados españoles republicanos que salieron de su país como producto de la Guerra Civil.

Francisco Tortosa. Por (Fuente externa)
El mural que presenta un grupo de siete ancianos sobre una mesa en la que comparten vasos de vino, enfrentados en juego de cartas. Por ()
Cascada entre paredes de rocas. Por (Yanilsa Cruz)
Barco en el horizonte. Por (Yanilsa Cruz)
Barco de vela Por (Yanilsa Cruz)

Aunque José María Ballester lo incluye en la lista de pintores, arquitectos, grabadores, dibujantes, caricaturistas y muralistas españoles que escaparon del conflicto en su patria (Ballester, José María “El exilio de los artistas plásticos” en Abellán, José Luis (dir.) “El exilio español de 1939”, volumen V, Arte y Ciencia, Madrid, Taurus, 1978, p.51-52), Jorge Domingo Cuadriello, en “El exilio republicano español en Cuba” (Siglo XXI, 2009, p.215), dice que su primer cuadro lo hizo en República Dominicana - pero sin indicar cuál fue este - cuando tenía 63 años, es decir, en 1943, “guiado por la intuición y solo con los conocimientos elementales acerca de la creación plástica”. Si confiamos en que estos murales son de su autoría, bien pudieron ser anteriores a esa fecha y ser efectivamente sus primeras creaciones autodidactas.

La afición pictórica de Tortosa tuvo constataciones más precisas en Cuba, donde en 1945 participó en una exposición en el Lyceum y Lawn Tennis Club de La Habana; en México, donde alcanzó “cierto reconocimiento”, en palabras de Cuadriello, y en Nueva York en 1950, donde expuso en la Tribune Subway Gallery.

Tortosa, anarquista al fin, encontró techo, comida y protección en la casa de Narciso Román, en Santiago, diciendo que era artista sin serlo. A partir de ahí lo fue. Estos murales bien pueden ser los primeros testimonios de su carrera latinoamericana.