La muerte de menores en Gaza abre debate sobre su participación en protestas

Mohammed Al-Ajorri, un refugiado palestino que perdió una pierna después de una protesta en la frontera de Gaza, usa muletas frente a la casa de su familia en el campamento de refugiados de Jabaliya en el norte de la Franja de Gaza (EFE)

JERUSALEN. La muerte de un menor de 15 años por fuego israelí en las protestas del pasado viernes en la Franja de Gaza recupera el debate de la utilización de los niños en el conflicto y su participación en actividades extremadamente peligrosas.

En los territorios palestinos es común que los menores acudan a manifestaciones que a menudo se tornan violentas y donde los soldados acaban utilizando munición real.

A veces acompañan a sus padres o hermanos y primos mayores, pero otras lo hacen a escondidas.

La última víctima mortal fue el adolescente Mohamed Ayoub, de 15 años, cuya muerte el viernes recibió severas condenas.

“¡Es monstruoso disparar contra niños!”, dijo el representante de la ONU para la región, Nickolay Mladenov.

El Ejército israelí acusó a “las organizaciones terroristas en la Franja de Gaza, encabezadas por Hamás, de utilizar civiles, incluidos jóvenes y niños, como distracción para ataques terroristas para dañar las infraestructuras de seguridad”, y distribuyó fotos que mostraban “un grupo terrorista que incluye muchachos jóvenes”.

“En una situación normal, es raro que los niños participen en protestas. Vosotros podéis mantenerles en un lugar seguro, que vivan su infancia. Pero bajo ocupación, no”, lamenta.

“Para nosotros no es una opción mantenerlos apartados. Me gustaría poder mandar a mis hijos a nadar o a jugar al baloncesto los sábados, en lugar de enseñarles cómo afrontar el gas lacrimógeno, las redadas nocturnas, los arrestos e interrogatorios.

Pero esta es nuestra vida”, añade.

Una vida que, admite Tamimi y resaltan psicólogos, tiene secuelas para los menores, como pesadillas, mojar la cama, aislamiento, falta de concentración, abandono escolar, aumento de la agresividad, falta de respeto a la autoridad, estrés y miedo. Ana Cárdenes