Peligran muchos tesoros rupestres en el Parque Nacional Aniana Vargas

En el Hoyo de Sanabe se han cuantificado 750 pictografías de gran valor

Vista de un conjunto de pictografías registradas en el Hoyo de Sanabe. (Marvin del cid)
TEXTO: Emilia Pereyra

La cuantiosa reserva arqueológica del parque Nacional Aniana Vargas se encuentra en peligro y por esa razón figura en el listado de monumentos y sitios en riesgo del 2019, dado a conocer por el Comité Dominicano del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (Icomos).

De acuerdo al Ministerio de Medio Ambiente, la “cantera” está ubicada al pie de la exuberante sierra de Yamasá, en la provincia Sánchez Ramírez, y es la unidad que “más riquezas naturales y originales aporta al sistema nacional de áreas silvestres protegidas de la República Dominicana”.

Con una superficie de 119.6 km², unas 30 cavernas y centenares de petroglifos y pinturas aborígenes, el conjunto es un auténtico tesoro nacional, que posee abundantes expresiones geométricas y laberínticas conocidas como grecas.

El Parque Nacional Aniana Vargas concentra una gran cantidad de cavernas con arte rupestre, en que se encuentran representados diferentes estilos de pintura y grabados.

Peso a toda la riqueza arqueológica de la zona y a que ha sido debidamente apreciada por expertos, el Estado dominicano no le brinda la protección necesaria para preservarla, al punto de que el que Icomos la incluyó en su listado del 2019.

Varias amenazas

Domingo Abréu, espeleólogo y gran conocedor de las cavernas dominicanas, explicó que la cueva del Hoyo de Sanabe está en riesgo por dos razones: primero, porque ya la están visitando y personas desaprensivas le han ocasionado daños y porque se halla dentro del amplio perímetro en que se busca oro para la explotación comercial.

“Entonces ha ocurrido que en explotaciones mineras han cortado manifestaciones pictográficas... Si se determina que lo más importante en este país es el oro y que hay que sacarlo de donde esté, ese es el riesgo que tiene esta cueva “, argumentó.

En cuanto a la riqueza del sitio, Abréu expresó que posee un conjunto rupestre muy abigarrado con muchos símbolos, que no se repiten en otras grutas.

“Esta (la cueva del Hoyo de Sanabe) tiene la particularidad de que la mayor parte de sus elementos están asociados a la sanación y al parto. Es decir, esta pudiera haber sido una cueva-hospital, porque tenemos acá la pictografía de Itiba Cahubaba, a la que, según la mitología, le sacaron cuatro hijos”, afirmó el investigador dentro de la gran caverna, en la cual se han cuantificado 750 pictografías.

Explayándose, agregó: “Ella murió y esta parte de la mitología aparece allí arriba, donde se perciben los cuatro hijos de Itiba Cahubaba, mientras visitaban a su abuelo. Y aparece el abuelo haciendo la cojoba, y como escribe fray Ramón Pané, como se lo dijeron a él, el abuelo echó un escupitajo a la espalda de uno de ellos. La espalda se le hinchó, estuvo a punto de morir, y por eso Deminán Caracaracol aparece en una guanara y pudieron salvarlo abriéndole la espalda, y al abrirle la espalda salió una tortuga viva, que aparece en el mismo conjunto pictográfico”.

Abréu continuó argumentando: “... ves como comienza a asociarse Itiba Cahubaba pariendo y muriendo, como se asocia Deminán Caracaracol a punto de morir, pero sanándose y siendo operado y cómo aparece una gran cantidad de elementos utilizados en la farmacopea aborigen, como son las muestras de aloe vera (sábila) y el cibucán, usado para preparar también medicamentos a base de hojas”.

El espeleólogo también detectó una representación pictográfica del cemí de algodón, que se encuentra en un museo de Turín, en Italia.

En relación a la franja, sostiene que toda la Cordillera Central está catalogada como el cinturón del oro, la plata y el cobre, y a él le parece que predomina la idea de que hay que explotarlo todo.

El desamparo del patrimonio

Abréu, encargado de Espeleología del Viceministerio de Áreas Protegidas y Biodiversidad del Ministerio de Medio Ambiente, expresó que para proteger la reserva arqueológica es necesario que nombren más personal, para que se pueda mantener la vigilancia y el control.

Fruto de la falta de vigilancia, en ciertas paredes de la caverna del Hoyo de Sanabe se observan muestras de vandalismo. También allí acuden buscadores de murcielaguina, que luego venden como abono a viveros dedicados al cultivo de plantas ornamentales.

Un poco de historia

Según ha publicado el Icomos, en el 1912 Narciso Alberti Bosch registró y reportó pictografías de la cueva Pozo del Indio, la Guácara de Comedero, la Caverna de Hernando Alonso, la Cueva del Peñón de la Sabana y un conjunto petrográfico ubicado en las márgenes del río Yuboa.

Muchos años después, en el 1978, los arqueólogos Dato Pagán Perdomo y Manuel García Arévalo reportaron cuatro cuevas más con arte rupestre.

De acuerdo al Icomos, la reserva arqueológica tiene un estado de conservación regular, vulnerable al vandalismo, ausencia de gestión cultural y de seguridad jurídica y sobre ella prevalece una potencial amenaza de explotación minera.

En el inventario del Ministerio de Medio Ambiente, sobre la mencionada reserva arqueológica, aparecen registrados los siguientes sitios rupestres: Abrigo de Sierra Prieta, Guácara de Sierra Prieta, Guácara de Los Pozos, Guácara de La Cuenca, Guácara de la Cuenca Pequeña, Guácara Hernando Alonzo, Guácara de Papo, Guácara de Fabeth, Guácara de Comedero No. 1, Guácara de Comedero No. 2, Guácara de Comedero No. 3, Guácara de Comedero No. 4, Guácara de los Jaguales, Guácara de La Ventura, Guácara de Los Caluche, Guácara de Soimán, Guácara del Hoyo de Sanabe, Guácara de La SEF, Guácara de Jenny y Guácara de Johnny.

La protección legal del área se ampara en el artículo 11 del decreto 571-09, que crea el parque Nacional Aniana Vargas, y en la Ley 176-07.

Otra caverna para el registro

Otra cueva se suma al conjunto de cavernas identificadas en el Parque Nacional Aniana Vargas. Mientras el equipo de Diario Libre se encontraba en la reserva, junto a Domingo Abréu, uno de los guardabosques le informó que había descubierto una gruta, ya denominada Cueva de Johnny, en reconocimiento a su “descubridor”.

La caverna está ubicada cerca de la ribera del lago de la presa de Hatillo, y para llegar hasta ella hay que caminar un corto tramo entre piedras, rocas y breñales. Al examinar la pequeña gruta, Abréu observó una variedad de petroglifos y describió una de las pictografías.

“Estamos ante una variedad no muy amplia en esta cueva recién reportada por Johnny. Este petroglifo presenta un cabeza completa, una cara, que tiene una venda en la parte superior del cráneo y los ojos... No es muy común encontrar este tipo de petroglifos y justo al lado tenemos uno (otro petroglifo) de ojos oblicuos. Esas pictografías de ojos oblicuos son muy asociadas a lo que se llamaban ojos de granos de café, que eran muy corrientes entre los grupos arauacos, que se les asocia con las oleadas asiáticas”, comunicó.

Abréu analizó otro petroglifo diferente, de ojos semejantes a orificios y de boca formada por labios superiores e inferiores. El experto además observó otros petroglifos, entre ellos uno de cuerpo entero, y otros, más comunes, que tienen redondel, ojos (dos perforaciones) y boca.

En suma, el especialista encontró cinco tipos diferentes de petroglifos, algunos de los cuales considera “enigmáticos”.

Igualmente, identificó en un petrogrifo de la Cueva de Johnny a Maquetauríe guayaba, el dios de los muertos.

“Esta cueva viene a sumarse a las 29 cavidades que hay ya. Serían 30 con ésta, probablemente hay más. Esto evidencia que el sitio tuvo una población de mucha importancia para los grupos aborígenes que habitaron en esta zona”, puntualizó.

En cuanto a su hallazgo, Andrés Leonardo Romero (Johnny), supervisor de parques, contó que en la espesura del bosque circundante encontró la cueva cuando, junto a un equipo, trataba de sofocar un incendio. Entonces entró y contempló los petroglifos. En el ínterin, se reservó la información para dársela a Abréu, quien lleva un inventario de las cuevas dominicanas.