Un error: empequeñecer lo grande

El turismo opera como un nodo de encadenamientos hacia atrás y hacia adelante

Exportar sin fronteras: el verdadero papel del turismo en la economía. (Fuente externa)

Leía "en el umbral del nuevo año" un artículo del gestor cultural Danilo Ginebra y no podría coincidir más: se respira un cansancio enraizado en el alma de la nación. Empero, yerra el bisturí del artista cuando hiende la economía y extirpa el turismo como parte de la metástasis del sistema.

El señalamiento crítico a la economía de servicios —y en particular al turismo— como un modelo frágil, improductivo o meramente intermediario es camino trillado.  Desde la tradición analítica de la ciencia económica, esa caracterización resulta incompleta y, en algunos puntos, conceptualmente errónea. No porque el turismo sea un sector exento de límites, sino porque su funcionamiento real desborda con creces la imagen de una actividad que “solo consume” sin producir valor.

En economía, el valor no se define exclusivamente por la transformación física de bienes, sino por la capacidad de una actividad para generar ingresos, empleo, encadenamientos productivos y divisas. Bajo ese criterio, el turismo constituye una exportación in situ: cada visitante extranjero es, en términos estrictos, un punto de exportación que introduce divisas al país sin que el bien —la experiencia turística— cruce fronteras. Este rasgo lo distingue positivamente frente a sectores tradicionales, al reducir costos logísticos y barreras de acceso a mercados internacionales.

Más aún, el turismo opera como un nodo de encadenamientos hacia atrás y hacia adelante. Hacia atrás, porque demanda insumos locales: productos agropecuarios, carnes, vegetales, frutas, pescados, bebidas, textiles, mobiliario, servicios de transporte, energía, construcción y mantenimiento. Una ensalada servida en un hotel no es un acto trivial de consumo importado; es el resultado de cadenas que involucran productores agrícolas nacionales, intermediarios, transporte interno y empleo local. Cuando estos encadenamientos se fortalecen —como política deliberada— el turismo actúa como dinamizador de la producción nacional, no como su sustituto.

Hacia adelante, el turismo genera ingresos laborales formales en amplios segmentos de la población: camareros, cocineros, guías, técnicos, personal administrativo, transportistas, artistas y proveedores de servicios culturales, como Danilo Ginebra. Estos trabajadores no solo reciben salarios sujetos a impuestos y cotizaciones sociales, sino que reintegran esos ingresos al circuito económico mediante consumo interno, ahorro e inversión en educación y vivienda. El efecto multiplicador, bien documentado en la literatura económica, contradice la idea de un sector estéril o meramente rentista.

Desde la perspectiva fiscal, el turismo también amplía la base tributaria. Impuestos indirectos, tasas aeroportuarias, contribuciones laborales y tributos empresariales sostienen ingresos públicos que, correctamente administrados, pueden financiar políticas redistributivas. El problema, por tanto, no radica en la naturaleza del sector, sino en la calidad institucional que regula y redistribuye sus frutos.

Es cierto que una economía no debe depender de un solo motor. La diversificación productiva es un principio básico del desarrollo. Pero diversificar no implica descalificar sectores intensivos en servicios; implica integrarlos estratégicamente a una política de desarrollo productivo más amplia. Países exitosos han articulado turismo, agroindustria, industrias creativas y servicios avanzados en un mismo ecosistema económico.

En suma, la economía de servicios —y el turismo en particular— no es sinónimo de precariedad estructural. Puede ser, y de hecho es, una plataforma potente de generación de valor, empleo y divisas cuando se la comprende como parte de un sistema de encadenamientos productivos y no como un simple acto de consumo. El desafío dista de abandonar el turismo. Es profundizar su articulación con la producción nacional, elevar su productividad y asegurar que sus beneficios se distribuyan con equidad. Desde la economía, ese es el debate riguroso que corresponde dar.