La esperada Navidad: “Allá dentro veo un lechón asado”
Costumbres navideñas del país de Duarte
En busca de una suerte de arca perdida, he investigado de manera cuasi profunda si en nuestra isla las tradiciones navideñas se remontan a los tiempos coloniales. La respuesta es que, al parecer, muchas de nuestras costumbres son relativamente recientes. Lo que sí está documentado es la celebración de la Misa del Gallo, que se realiza —y también se realizaba— el 24 de diciembre.
Queremos saber si Colón celebró la Navidad cuando vino a las Indias; quién fue el primero que la conmemoró en América; cómo se vivía esta festividad en tiempos de la Restauración; y de qué forma la población la celebraba durante los gobiernos de Lilís y de Horacio Vásquez. En este acercamiento no he acudido a parroquias para indagar sobre las misas actuales, de modo que ruego al lector un poco de benevolencia: no siempre se tienen todos los datos a mano para emitir juicios históricos valederos.
En la tarea de conquistar nuevos territorios, los españoles sabían que habitaban un contexto de cristiandad impuesto por ellos mismos mediante la cruz y la evangelización. El otro marco vital era el taíno, cuyas creencias estudió a fondo Fray Ramón Pané, quien vino en el segundo viaje con Colón y escribió el primer libro americano: Relación acerca de las antigüedades de los indios. Conviene recordar que la versión de Minuesa, de 1832, es la más completa.
En el claro volumen de Virginia Martín Jiménez, Primeros asentamientos castellanos en América: el Fuerte de Navidad, publicado por la Universidad de Valladolid y la Asociación Española de Americanistas, se explica que la nave Santa María quedó varada frente a lo que hoy es Cabo Haitiano, entre pointe Picolet al oeste y pointe Jacquezy al este. A pesar de las canoas enviadas por el cacique Guacanagarí, no logró desencallarse. El 26 de diciembre se inició entonces la construcción de un fuerte con los restos de la nave. El nombre “Fuerte de la Navidad” revela la percepción litúrgica del tiempo entre quienes lo levantaron. Es claro, pues, que en los siglos siguientes debieron producirse celebraciones de fin de año vinculadas a ese imaginario, aunque no siempre de manera sistemática.
Entre otros autores, creemos que el tema navideño podría ser iluminado por doña María Ugarte, mujer dedicada al estudio de nuestra historia y miembro de número de la Academia Dominicana de la Historia. Como yo, el lector tendrá que acudir a sus libros.
Para sondear el pasado, convendría revisar textos anteriores al siglo XIX: diecinueve días después de la llegada de los colonizadores hubo una conmemoración que, con perspectiva, podríamos considerar navideña. Estamos, como se ve, en los inicios. Si aceptamos que aquellos recién llegados vivían en un ambiente de cristiandad, podremos seguir la pista de lo ocurrido en esos primeros años en términos de celebraciones religiosas. La Misa del Gallo, harto conocida por todos, atrae a multitud de fieles y se celebra el día 24 a la medianoche. Para esa noche, además, suelen lanzarse fuegos artificiales.
Durante un largo tramo del período colonial, la pobreza era tal que muchos debían asistir a misa ya entrada la noche para evitar que los vieran en harapos. Así lo documentan varios textos históricos, incluidos los de Frank Moya Pons.
Con ánimo de recapitular, menciono algunas costumbres actuales:
— Escuchar en las emisoras AM y FM los discos navideños y los merengues que gran parte de las familias dominicanas baila en estas fechas. Usted recordará aquello de Cima Sabor Navideño.
— Parrandas que se arman —creemos que con ayuda de las parroquias— para ir de casa en casa. Llevan brindis, chocolate caliente, jengibre y el famoso “recalentao”. La canción comienza: «Ábranme la puerta, ábranme la puerta, que estoy en la calle y dirá la gente que esto es un desaire; allá dentro veo un bulto tapao y no sé si será un lechón asao».
— Melodías ya clásicas: «Con mi burrito sabanero voy camino de Belén…» y «De la montaña venimos para invitarte a comer un lechoncito en su vara y ron pitorro a beber…».
— La costumbre de Año Nuevo de comer doce uvas, que algunos practican religiosamente.
— Dar “su Navidad” a quienes pertenecen a los niveles sociales más bajos, como los trabajadores de la basura. La mayoría la entrega en efectivo.
— El doble sueldo o regalía pascual, instaurado en la Era de Trujillo. Euclides Gutiérrez recuerda el consumo de manzanas, peras, uvas grandes, nueces, almendras y turrón de Alicante, en medio del estruendo de torpedos, varillas, velas romanas, cohetes y patas de gallina.
— El diplomático John Graham, al escribir sobre los años posteriores al ajusticiamiento de 1961, relata cómo el clamor de Fiallo hizo exclamar al pueblo: «¡Navidad con libertad!». Según Dagoberto Tejeda Ortiz, en el período de la intervención norteamericana, 1916-24 se instalaron varias costumbres: aparece el Santa Claus, las tarjetas navideñas, el árbol de navidad, los dulces de navidad, los Reyes Magos, “en un proceso de comercialización”. Otras costumbres:
— Comer pasteles en hoja. Un amigo comentó en su WhatsApp que este año tendrá que pedirlos con tiempo. Habría que investigar si este plato existe en otros países bajo otro nombre.
— Comprar charamicos cuando no se tiene un árbol de Navidad. Antes se vendían en el Malecón o “el 9”; hoy existen tiendas especializadas de todo tipo.
— Preparar el ponche casero, aun cuando el del supermercado resulta, según algunos, suficientemente bueno.
— Colocar nacimientos, que muchas familias sitúan debajo del árbol previamente montado.
— El Día de Reyes, antaño la fecha principal de los regalos. Los padres “fumaban” los cigarrillos que los niños les dejaban. Santa ya no requiere tantas atenciones, aunque sí una carta elaborada por los pequeños.
— Los Angelitos, costumbre extendida en familias, empresas y otros espacios, como mecanismo de socialización y celebración.
— Entre las costumbres recientes, salir con una maleta para atraer los viajes del año siguiente.
Entre las muchas preguntas posibles, una de utilidad sería determinar si, a lo largo de toda nuestra historia —en los 1600, 1700 y 1800—, las navidades funcionaron siempre como un recurso cohesionador, considerando el repertorio de prácticas traídas e impuestas desde la Madre Patria. Sería necesario investigar más a fondo en los archivos. Lo que sí podemos señalar es que estas celebraciones son comunes en gran parte del mundo y están asociadas a la creencia en el nacimiento del Niño Jesús, guía espiritual de millones de personas.