Senasa como lección
El desfalco que revela una debilidad humana, la ambición sin límites
El documento que presentó el Ministerio Público para solicitar medidas de coerción en el supuesto desfalco contra el Seguro Nacional de Salud contiene alegaciones realmente escandalosas. No son pruebas, pues todavía se trata de la teoría del caso del Ministerio Público que deberá probar en un juicio oral, público y contradictorio, e igual que otros procesos se sostiene demasiado en testimonios de participantes en la trama favorecidos con criterios de oportunidad. Pero, en honor a la verdad, se trata de un relato que sorprende tanto como indigna a cualquier mortal.
Es un proceso en ciernes al que falta un largo camino por recorrer, pero, de entrada, parecería que nos encontramos ante el caso de corrupción administrativa más grande y cruel de la historia dominicana. Y ojalá que el Ministerio Público no acuda nuevamente al populismo penal y a las mismas prácticas de preparar expedientes enfocados en el espectáculo, con una cantidad exagerada de imputados y abultados con supuestas pruebas que no hacen otra cosa que dificultar su conocimiento dentro de los tiempos procesales. Para que, en esta oportunidad, en un plazo razonable, se consigan sanciones ejemplares contra todos los que participaron y se enriquecieron dentro de este entramado corrupto.
No soy la persona ni este es el espacio donde se hará leña del árbol caído o se pateará al que se encuentra en el suelo. Todos los imputados son sujetos del derecho a la presunción de inocencia, tienen arraigo, no se sustraerán del proceso ni representan un riesgo para la investigación, por tanto, deberían seguir su juicio en libertad sin que se les aplique una desproporcionada prisión preventiva que opera como condena previa. Aunque esto ya ocurrió.
Ahora bien, dejando de lado comparaciones e indignaciones, este caso debería servir de lección para quienes hoy gobiernan, la clase política y la sociedad en su conjunto.
Si quedaba alguna duda, queda claro que la corrupción no es exclusiva de un grupo partidario, que no es verdad que todos los corruptos estaban de un lado y los serios del otro. No lo fue antes, no lo es ahora, ni lo será mañana. Los excesos y las ambiciones son debilidades propias de la naturaleza humana. Pillos tienen todos, y los hay tanto en el sector público como en el privado. Por eso con el tema de la corrupción no se debe hacer politiquería, se trata de un problema muy serio que como cáncer corroe la sociedad.
Pero la verdad es que, en este país, tomando como bandera una supuesta lucha contra la corrupción y la impunidad, a un gobierno revestido de absoluta legitimidad se le aplicaron todas las técnicas en el manual del golpe de estado blando. Y luego quien presidió ese gobierno y su partido recibieron los embates de una descarnada judicialización de la política, con la complicidad de buena parte de la sociedad y muy particularmente de los medios de comunicación.
Aquí decirle ladrón o corrupto a cualquiera se convirtió en moneda de uso corriente, y se normalizó la burla hacia personas arrestadas y vejadas, con manifestaciones tan deleznables como el uso de aquel “duerman con ropa”.
Es por eso que, como un karma, para mucha gente el caso Senasa opera como una especie de escupitajo lanzado contra el aire que se devuelve sobre su rostro.