Quejarnos es deporte nacional
Lo que ocurre hoy en Honduras es una lección incómoda para la región
Somos expertos en quejarnos. Pero aun así avanzamos. La proa —aunque a veces cruja— sigue apuntando hacia el futuro. Basta mirar alrededor para entenderlo.
Lo que ocurre hoy en Honduras es una lección incómoda para la región. El escrutinio especial de sus elecciones generales de hace dos semanas está paralizado por incidentes, abandonos calculados y acusaciones cruzadas entre partidos. Actas con inconsistencias, retrasos, llamados a las Fuerzas Armadas y un Consejo Electoral presionado hasta el límite.
Frente a ese cuadro, conviene mirarnos sin autoflagelación. Aquí, en nuestro patio, el último proceso electoral arrojó un resultado definitivo en menos de cinco horas tras el cierre de las urnas. Sin sobresaltos. Sin centros tomados. Sin consejeros pidiendo auxilio militar para que se cuenten los votos. El ganador se supo rápido y fue aceptado. Eso, en América Latina, no es poca cosa.
¿Que el sistema es perfectible? Sin duda. ¿Que hay que mejorar controles, transparencia y pedagogía electoral? Claro que sí. Pero decir que no avanzamos es una injusticia con la realidad.
Mientras en Honduras el conteo se traba por boicots y desconfianzas mutuas, aquí el escrutinio fluyó y la legitimidad se sostuvo. No es triunfalismo; es perspectiva.
Avanzamos. A veces a empujones, a veces entre gruñidos. Pero avanzamos.