Las sentinas contaminantes
La marejada de rumores que amenaza la verdad sobre el Senasa
Al calor del escándalo de Senasa se ha desatado, una vez más, una marejada de rumores irresponsables que la ciudadanía haría bien en ignorar. En el lodazal de las redes sociales —ese territorio sin rostro ni consecuencias— se lanzan acusaciones sin pruebas, se reparten culpas a granel y se construye la ilusión de un armagedón inminente. Nada nuevo bajo el sol digital.
Ya hemos hablado de esas sentinas virtuales que hoy reaparecen con el mismo repertorio: insultos, alevosía, perversidad. No buscan esclarecer, sino contaminar; no aspiran a la justicia, sino al linchamiento. Confunden deliberadamente la crítica legítima con el descrédito absoluto, y la vigilancia ciudadana con el ruido interesado.
El daño de este clima es grave porque erosiona la confianza pública, enturbia investigaciones que deben seguir su curso institucional y alimenta una cultura donde todo vale porque nada se verifica. En ese terreno fértil prosperan la manipulación y el oportunismo político.
La alerta está dada. Corresponde ahora al ciudadano ejercer una virtud cada vez más escasa: el discernimiento. No todo lo que circula merece atención, ni toda indignación es honesta. Quien decida caer en esas redes, por comodidad o por morbo, asume su responsabilidad. La democracia no se defiende amplificando el rumor, sino exigiendo hechos, procesos y respuestas. Lo demás es ruido.
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