El precio de la improvisación
El colapso del agua en Santiago como una crisis anunciada
El colapso recurrente del suministro de agua en Santiago es, sobre todo, el resultado de una omisión largamente anunciada. El Acueducto Cibao Central fue concebido con una vida útil de veinte años, contados a partir de 1994. Esa fecha no era un secreto ni una conjetura: estaba en los estudios, en los diseños y en los propios documentos técnicos del Estado.
Si ese horizonte se tomaba en serio, entre 2008 y 2012 debieron realizarse los estudios de actualización, los nuevos diseños, los presupuestos y los procesos de contratación necesarios para que en 2014 entrara en operación un sistema moderno, ampliado y acorde con el crecimiento sostenido de Santiago de los Caballeros. No se trataba de improvisar, sino de planificar.
Nada de eso ocurrió.
Durante años, el crecimiento urbano avanzó sin que la infraestructura hídrica lo acompañara. Se construyeron residenciales, torres y urbanizaciones sobre una red pensada para una ciudad mucho más pequeña. El resultado es el que hoy padecen miles de familias: escasez, racionamientos y un servicio que opera permanentemente al límite.
La crisis actual del agua en Santiago no es una sorpresa. Es la consecuencia directa de haber confundido la gestión pública con la administración de la inercia. Cuando la planificación se posterga indefinidamente, la factura siempre llega.