Lluvias
Han aclarado la atmósfera, han venido a aliviar la escasez de algunas presas y embalses, han mojado la tierra. Pero las lluvias recientes no son ni de lejos suficientes para remediar la sequía que padece el país.
Y han venido además a recordarnos la fragilidad del sistema hídrico nacional que un día fue una de las más notables características de esta tierra.
Las inundaciones que se sufrieron desde el miércoles en Mao, por ejemplo, desnudan dos graves problemas. La carencia de sistema de alcantarillado y drenaje pluvial de la gran mayoría de nuestros pueblos y ciudades y la escasa capacidad de absorción que tienen las cuencas. Por la deforestación de las laderas principalmente y por la fragilidad de los lechos de los ríos, a los que se les saca material sin miramientos. Los admirables planes de reforestación que iniciativas privadas sostienen con esfuerzo o los programas públicos similares no son suficientes.
Hay que detener el deterioro. Hay que dejar de deforestar antes de reforestar. Protejamos los ríos con el sentido de urgencia real que tiene el problema. Ya no es teoría, lo estamos viviendo.
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