La página monetaria impúdica

Las remesas son el complemento, el espejo triste de una nación que poco a poco pierde gajos de integración, cohesión y soberanía, en cuyo resultado la política monetaria tiene una alta cuota de responsabilidad.

El país está amenazado en su sector más relevante, el turismo, por una campaña de descrédito apoyada en singularidades que deben ser esclarecidas y remediadas.

Y está siendo dañado por el retroceso en el ámbito de la seguridad ciudadana y la tibieza en hacer cumplir a rajatabla el ordenamiento legal, sobre todo en el ámbito político.

En ese contexto, el Banco Central, con recursos humanos de alta calidad profesional, a quienes profeso admiración y afecto, acaba de protagonizar un acto reprochable, basado en intereses no institucionales.

Se trata de un ataque a un miembro del gabinete, el ministro de Economía, utilizando páginas pagadas en todos los periódicos de circulación nacional.

Parecería ser una reedición del foro público de aquella época nefasta, con la innovación de ser amplificado con comentarios provenientes de la estructura en que se mueve la colmena bien pagada.

Tal desenfreno es incompatible con normas de convivencia y de moral social.

El gobernador del Banco Central tiene derecho a expresar sus ideas, sin abusar de su posición y recursos. Tanto derecho tiene que ojalá se animara a participar, de tú a tú, en una tertulia televisada o a escribir de su puño y letra, para que la población calibrara la base conceptual sobre la cual se erige la dirección de la política monetaria.

Eso le permitiría darse cuenta de que no es lo mismo manejar los hilos, que ser el propio hilo.

Pero hasta del peor bochorno puede surgir algo positivo.

En efecto, es hora de reflexionar sobre la situación de la economía, en busca de soluciones, pues junto con avances innegables coexisten problemas complejos, con riesgos acrecentados que afectan a todos.

La estabilidad de precios interna y externa está apuntalada con alfileres. Sustentarla en su fragilidad ha costado al fisco más de ochocientos mil millones de pesos (deuda cuasi fiscal, más ley de capitalización), aparte del enorme endeudamiento contraído con el exterior.

La política monetaria es en buena parte responsable de la permanencia de salarios reales deprimidos, debido a la precaria competitividad a que están expuestos los sectores transables.

De ahí se deriva la irrupción masiva de mano de obra indocumentada y un proceso sostenido de desnacionalización, cuya contrapartida son las remesas, generadas por dominicanos obligados a emigrar por falta de oportunidades.

Y, ¡Oh sorpresa! Para el organismo monetario las remesas son el becerro de oro, cuando en verdad constituyen una muestra vergonzosa del fracaso de las políticas públicas.

El ahorro de los fondos de pensiones sigue utilizándose para esterilizarlo en las bóvedas del Banco Central y para financiar más deuda pública, en vez de usarlo para proyectos que creen empleo digno e impulsen las exportaciones. Y todo esto crea tensiones y distorsiones en el sistema financiero.

La política de tasas de interés está concebida para atraer capitales financieros o evitar que salgan, cuando debería propiciar el financiamiento a la producción, sobre todo de bienes transables, a tasas bajas, como ocurre en los países desarrollados.

Entre la deuda cuasi fiscal, la deuda del sector público no financiero y el enredo de los certificados de la institución monetaria, se ha ido configurando una economía que tiene mucho de artificio y clama por ser reorientada, expuesta a un duro golpe si aconteciera un choque interno o externo.

El país no genera en cantidad suficiente las divisas que requiere. Los ingresos del turismo son muy importantes, pero no bastan. Los de zonas francas, tampoco. Las demás exportaciones de bienes y servicios, no alcanzan.

Se descansa en lo que no se genera, verbigracia los préstamos en moneda extranjera, incluyendo los de cartera, hipotecas sobre el futuro. O en las inversiones extranjeras directas, enfocadas en buena medida hacia no transables. O en las actividades de las cuales se sospecha, fermento de disolución social.

Las remesas son el complemento, el espejo triste de una nación que poco a poco pierde gajos de integración, cohesión y soberanía, en cuyo resultado la política monetaria tiene una alta cuota de responsabilidad.

Y nada de esto se resuelve con reglamentos ni plataformas cambiarias que acerquen al país a aquella ley 251, instrumento del control de divisas en el pasado no lejano.

Estas cosas no pueden tratarse descalificando a los demás con actos de soberbia y oportunismo. Este país lo menos que necesita es entrar en una etapa perturbadora, propiciada desde los órganos de poder real.

Del intercambio civilizado puede surgir la esperanza y la luz. Del otro, el caos. Óbrese, pues, en consecuencia.

Eduardo García Michel, mocano. Economista. Laboró en el BNV, Banco Central, Relaciones Exteriores. Fue miembro titular de la Junta Monetaria y profesor de la UASD. Socio fundador de Ecocaribe y Fundación Siglo 21. Autor de varios libros. Articulista.