La pequeña gigante

Ella era, usando la tipología de Cass Sustein, una jueza “minimalista” que avanzaba cambios desde la Suprema Corte pero con la suficiente deferencia a las instituciones representativas del sistema democrático.

Con 5.1 pies de estatura, 120 libras de peso y unos gestos de persona tímida y en extremo reservada, nadie podría deducir, con una mirada puramente física y superficial, que detrás de esa mujer había una pasión, una determinación y una capacidad tan inmensa. Se trata de RBG, Ruth Bader Ginsburg, la jueza de la Suprema Corte de Estados Unidos cuyo fallecimiento ha estremecido a los sectores progresistas y a quienes defienden los derechos de las mujeres no solo en ese país sino en muchas partes alrededor del mundo.

En el temperamento judicial de RBG había una interesante combinación: tenía convicciones firmes –mientras más entraba en edad más progresistas eran sus posiciones- pero a la vez creía en cambios incrementales y calibrados que fueran expandiendo poco a poco los derechos no solo de las mujeres sino de todos los sectores excluidos y discriminados. Ella era, usando la tipología de Cass Sustein, una jueza “minimalista” que avanzaba cambios desde la Suprema Corte pero con la suficiente deferencia a las instituciones representativas del sistema democrático. Ella era consciente de que la Suprema Corte tenía el poder para impulsar cambios, pero a la vez entendía que la alta corte era parte de un engranaje político-institucional mucho más complejo en el que otros actores tenían también que jugar su papel en la realización de los ideales de igualdad, libertad y dignidad.

Aunque la fama como defensora de los derechos de la mujer le antecedía a Ruth Bader Ginsburg cuando el presidente Bill Clinton la nominó a la Suprema Corte de Justicia en 1993, lo que la catapultó como una fuerza intelectual y moral no solo en esa alta corte de justicia sino también en la política norteamericana en general fue su opinión mayoritaria en el caso United States v. Virginia en 1996 en el que dicha corte dispuso la admisión de mujeres en el Virginia Military Institute, lo que hizo posible que otras instituciones financiadas con dinero público les abrieran también las puertas a las mujeres donde antes habían estado excluidas.

En otros casos, como Ledbetter v. Goodyear Tire & Rubber Co. en el que la señora Lilly Ledbetter demandó a esa compañía por su discriminación contra ella y otras mujeres en su política de compensación salarial, Ruth Bader Ginsburg se hizo sentir más bien a través de su voto disidente, el cual leyó desde el estrado, contra el voto de una mayoría de jueces hombres que falló a favor de la empresa a pesar de la amplia evidencia a favor de la reclamante.

No obstante sus posiciones liberales y progresistas, su temperamento moderado y cordial hizo que su mejor amigo en la Suprema Corte fuera el más intelectual y brillante de los jueces conservadores de ese tribunal Antonin Scalía, siendo una judía y el otro católico, con quien compartía su pasión por la opera. Dos verdaderos gigantes del derecho que casi siempre asumían posiciones contrapuestas pero que eran ejemplos cotidianos de civilidad y compañerismo.

Su pasión por el derecho y su amor al trabajo hizo, sin embargo, que RBG tomara -o dejara de tomar- una decisión durante el segundo período del presidente Barack Obama que hoy resulta funesta para los sectores progresistas. En lugar de retirarse en ese momento cuando ya tenía algo más de ochenta años, su partida tiene lugar con Donald Trump en la Casa Blanca y los republicanos con el control del Senado. A diferencia de lo que ocurrió en febrero de 2016 tras la muerte súbita del juez Scalía, cuando esa mayoría republicana decidió que no sometería a votación al candidato nominado por el presidente Obama con el argumento de que había que esperar los resultados de las elecciones que tendrían lugar diez meses más tarde, esta vez la regla parece que será diferente y que RBG será sustituida por un juez conservador no obstante faltar menos de dos meses para las elecciones. Al decir de Carl Schmitt, la política es un juego de decisiones políticas, y con su decisión RBG, sin quererlo, le ha dado a los republicanos una oportunidad única en muchas décadas de tener una súper mayoría en la Suprema Corte.

Cierro con una nota personal. Compartí con Ruth Bader Ginsburg y su esposo Martin Ginsburg una cena memorable en el 2006 en la residencia del ex primer ministro de Irlanda y embajador de la Unión Europea en Washington, D. C. John Bruton. De ese encuentro recuerdo su hablar suave, su sonrisa tímida pero cautivante y una sencillez mezclada con una gran sofisticación. Esa extraordinaria mujer –pequeña gigante como la pensé en esa ocasión- deja un legado imperecedero a favor de la igualdad y la libertad.

Abogado y profesor de Derecho Constitucional de la PUCMM. Es egresado de la Escuela de Derecho de esta universidad, con una maestría de la Universidad de Essex, Inglaterra, y un doctorado de la Universidad de Virginia, Estados Unidos. Socio gerente FDE Legal.