Lo viejo y lo nuevo

Lo principal es desearle suerte a los que llegan. Rogar para que acierten y hagan lo que tienen que hacer abrazados a sus convicciones, no atenazados por sus miedos. Hacerlo sin temor al que dirán, sin plegarse al ídolo de barro de la popularidad, sin arrodillarse y ceder ante grupos de poder. El gobierno es para todos, no para pocos, y ha de actuar con sabiduría, humildad, templanza, en beneficio del colectivo. Dios ilumine su andar.

El filósofo Vitriólico se encuentra en el campo, huyéndole al contagio del COVID, rodeado de cocuyos y de una frondosa vegetación. Echa de menos los aguaceros y la temperatura benigna de antaño. Allí se presentó Abimbaíto y le dijo: -Maestro, qué piensa usted del traspaso de mando, el próximo 16 de agosto.

La pregunta tomó por sorpresa al filósofo. Estaba concentrado en sus estudios, y le respondió: -

Abimbaíto, debes saber que lo viejo una vez fue nuevo y también fue bueno. Haz de conocer que lo nuevo siempre se convierte en viejo, a veces en forma prematura, en función del grado de cumplimiento de las expectativas. Inexorablemente lo nuevo tiende a ir reputándose malo o mediocre en un tiempo largo, a veces en un tiempo corto. Hay excepciones a esa regla; benditas sean.

Abimbaito esperaba una respuesta simple, y le preguntó: -Maestro, hay euforia con el cambio. ¿Es que usted no se da cuenta? - y Vitriólico respondió: -La humanidad piensa que el mérito es cambiar lo que una vez puede que haya sido bueno y terminó siendo rancio. No se percata de que lo nuevo contiene el germen de lo viejo. Y también de lo bueno y de lo malo.

Abimbaíto, incómodo, le espetó: -Maestro Vitriólico, usted parece insensible. ¿Es que no le conmueve saber que se acercan tiempos decisivos, lumínicos? -el filósofo le replicó: -Escucha lo que es, no lo que quieras oír. No siempre lo viejo es malo, ni lo nuevo es bueno. El vino bueno se conserva en odres viejos. Lo contrario es cierto: no necesariamente lo viejo fue bueno; puede que haya sido tan malo que es mala suerte que no se haya ido antes.

-Y, ¿qué hay que hacer? -preguntó Abimbaíto. Vitriólico contestó: -Los gobiernos aciertan o fallan, ya sea por carambola (albur), o por sentido común (sabiduría). Lo sabio es decantarse por el sentido común. El principio del acierto está en confiar en los suyos y en recelar de lo ajeno. El compromiso de su gente es vital en el éxito o fracaso. El líder debe estar preparado para resistirse cuando el demonio le ofrece su experiencia maligna como antídoto sagrado. El cambio es cambio, si hay cambio.

Abimbaíto, sorprendido, expresó: -Maestro, en pocos días empieza el gobierno del cambio. ¿Qué le parece? El profesor respondió: -La gente espera una modificación en las costumbres, prácticas, estilo de hacer política. Eso es lo aparente, la envoltura. Y una revolución pacífica en lo social y económico que logre transformar el país, minimizar la pobreza, sanear las instituciones y crear oportunidades para todos. Las instituciones no se sanean ni por los viejos, ni con vacilaciones, sino por los nuevos y con firmeza. Eso para mí es el cambio.

- ¡Ah! Minimizar la pobreza, sanear las instituciones y dar oportunidades, está bien. ¿Y qué ocurrirá con el cambio de ahora? - dijo Abimbaíto. El maestro le contestó: -Lo que ocurrirá con el cambio que tendrá lugar el próximo 16 de agosto, nadie lo sabe. Lo que se conoce es que toda promesa de cambio genera expectativas desmadradas. Todo el mundo quiere opinar, decir qué hacer, nombrar a los funcionarios, y ahora, leo en los periódicos y en las redes sociales, se amenaza con protestar si de aquí a enero no se ha hecho lo que algunos sectores quieren que se haga.

-Y ¿usted cree que esas amenazas están mal? ¿No las encuentra bien intencionadas? -preguntó al filósofo, y Vitriólico respondió: -Cada cual tiene derecho a expresarse. A gobernar lo tienen quienes fueron elegidos, los que no, no. Las cosas tienen su tiempo. Hay que dejar que maduren.

-Solo eso me dice usted, musitó Abimbaíto. -y el filósofo le respondió: - Lo principal es desearle suerte a los que llegan. Rogar para que acierten y hagan lo que tienen que hacer abrazados a sus convicciones, no atenazados por sus miedos. Hacerlo sin temor al que dirán, sin plegarse al ídolo de barro de la popularidad, sin arrodillarse y ceder ante grupos de poder. El gobierno es para todos, no para pocos, y ha de actuar con sabiduría, humildad, templanza, en beneficio del colectivo. Dios ilumine su andar.

Abimbaíto no estuvo conforme, y exclamó: - Y los que se van, ¿qué hacemos con ellos? Vitriólico contestó: -Dejar que transcurran en paz, sin cuentas particulares por cobrarles. El ejecutivo debe ejecutar, el legislativo, legislar, y la justicia juzgar, alejados de presiones mediáticas. Hágase en cada sitio lo que corresponda, es cuanto.

Eduardo García Michel, mocano. Economista. Laboró en el BNV, Banco Central, Relaciones Exteriores. Fue miembro titular de la Junta Monetaria y profesor de la UASD. Socio fundador de Ecocaribe y Fundación Siglo 21. Autor de varios libros. Articulista.