Trina De Moya de Vásquez: corazón y letras a La Altagracia

Quien fuera primera dama y autora del himno a las madres, unió la Patria con la fe y devoción a Nuestra Señora de la Altagracia

Creemos oportuno entregar una vez más, además del noble corazón de Trina De Moya de Vásquez,  su inspiración dedicada a nuestra Madre, María Santísima, de la mano con la historia de la Coronación Canónica de Nuestra Señora de la Altagracia, realizada en el 1922, junto a los actos patrióticos cuando el territorio de la República Dominicana llevaba seis años ocupado por militares de los Estados Unidos de América.

En casa, mis hermanos y yo crecimos oyendo, muy a menudo, a mi madre y a mi abuela Maallella recitar este hermoso poema y nos uníamos todos como si fuera poesía coreada:

¡María!

¡Maravillosa y singular criatura,

del divino Ideal suprema alteza,

solo a Dios inferior en tu grandeza,

oh, Madre virginal, toda dulzura!

Más que todo lo blanco es tu blancura;

más que todo lo bello es tu belleza;

más que todo lo puro es tu pureza;

más que todo lo hermoso es tu hermosura.

Virgen excelsa, Madre Inmaculada,

tallo místico y  flor de la inocencia,

a cuya sola invocación sagrada

¡derrama el cielo amor, paz y clemencia!

vuelve los ojos a tu grey amada,

¡da a tu pueblo infeliz la independencia!

Trina muestra una comunicación constante con la Madre Santísima y era su costumbre, rezar  a diario el rosario en su hogar, junto a familiares y allegados,  en Tamboril.

Nos es grato citar la información que se menciona el día 21 de junio de 2022, en la página de Instagram del Santuario María de la Altagracia, en Santo Domingo. Se lee: Este soneto fue compuesto por la Primera Dama de la época, Trina de Moya de Vásquez.  El mismo ganó el 1er lugar en el Concurso Literario Musical el 21 de junio de 1922, Acto con el que se preparaban para celebrar la Coronación Canónica de la Virgen de la Altagracia”. Lo publicaron justo a los 100 años de haberse llevado a cabo dicha premiación.

Plena de emoción, hoy entregamos las Lágrimas, bañadas de amor,  que Trina nos dejó por un accidente acaecido en horas de la noche justo en la Coronación  Canónica de Nuestra Señora de la Altagracia, en 1922. Con su gran sensibilidad, queriendo desbordar su amor de madre a todos los dominicanos, nos entrega sus inquietudes. Podemos oír la voz de su lamento, nos bañan sus lágrimas, casi se puede tocar el desconcierto, el reclamo a lo inexplicable ante aquel triste accidente.  

Pero, así como hemos visto a través de la historia dominicana y hasta nuestros días, Trina también tiene la certeza en su corazón que Nuestra Señora de la Altagracia sirve de ayuda y protección en todo momento. Dice a nuestra Protectora: tú eres la égida y el áncora que a esta Patria noble protegen y salvan. Entrega ella entonces, oración y poesía.  Podemos recoger en sus letras, por igual, su devoción y amor a María.

Trina De Moya de Vásquez une a la Patria con la fe y devoción a Nuestra Señora de la Altagracia, cuando expresa: en ti cifra ella toda su esperanza y con fe te invoca, con amor te llama…

Pasa y hace permanecer en sus letras la alegría de la Ciudad Romántica y Primada desbordada en los feligreses ante la corona santa que se había ganado con amor Nuestra Señora  de la Altagracia.

También cuestiona, reclama una y otra vez, turbada y estremecida. Con la confianza de una hija a su madre, entrega sus amorosas quejas y fraternales lágrimas en un poema -casi conversación- frente a la imagen de Nuestra Señora de la Altagracia. Y Trina, tan linda y con su alma tan noble, pide perdón y acata. Reconoce el bálsamo que como Madre, María, ofrece el consuelo a sus hijos.  Conmueve la delicadeza y ternura de Chin Mamá, como le conocemos en el ámbito familiar.

De aquella noche sabemos que a altas horas y teniendo por testigo la luna, falleció una sola persona, el alma de un justo. Un señor, casado y con hijos, ya que al final dice: la viudez que gime mustia y desolada; la orfandad doliente; las fraternas lágrimas.  

Sumamente importante y propicio es en estos días que transcurren del año jubilar de tanta transcendencia para el pueblo dominicano, destacar que en este poema Trina nos regala la mención de la visita ilustre de enviados del Papa y otros dignos huéspedes de tierras lejanas que se encontraban en República Dominicana para esta fiesta magna de la Coronación de Nuestra Señora de la Altagracia, el 15 de agosto de 1922.  Veamos:

Lágrimas

Oh, madre bendita,

Virgen de Altagracia,

ante cuya imagen

milagrosa y santa

prostérnome humilde,

y brotan del alma

amorosas quejas,

fraternales lágrimas.

Eres tú la égida

y tú eres el áncora

que a esta Patria noble

protegen y salvan;

en ti cifra ella

toda su esperanza,

Y con fe te invoca,

con amor te llama…

En la grande fiesta,

en la fiesta magna,

cuando a ceñir iban

manos consagradas

a una imagen tuya

la corona santa,

la rica corona

que el amor te daba;

cuando toda alegre

la ciudad Romántica

recibía en su seno

-apuesta y bizarra-

la visita ilustre

de enviados del Papa

y otros dignos huéspedes

de tierras lejanas;

y a la voz solemne

paternal y sabia

del Pastor querido

que a su grey llamaba,

numerosos fieles

se conglomeraban

y era espacio estrecho

la Ciudad Primada

¿Qué sucedió entonces,

¡Oh, madre, sin mancha!

de una tibia noche

en las horas altas?

¿Qué escena sangrienta

en la vía lejana

alumbró la luna

silenciosa y pálida?…

¡Túrbase la mente,

se estremece el alma,

describir no es dado

la tragedia infausta!

……………..

……………..

¿Cómo consentiste,

Virgen soberana,

que al recuerdo augusto

de tu fiesta magna,

para algunos fieles

viniese ligada

como al albo lirio

destructora larva?

¿La memoria triste,

la memoria amarga

del terrible choque,

del sangriento drama

que en la carretera

sinuosa y trillada,

alumbró la luna

con su lumbre pálida?

¿Por sacro decreto

tú necesitabas

el alma de un justo

como urna sagrada,

en la que rindieras

a la excelsa planta

de tu Hijo divino,

para ser más gratas,

las místicas flores,

las ofrendas santas

de todos los votos,

todas las plegarias,

y de los afectos

y las alabanzas

del férvido pueblo

que te coronaba?…

¿O bien una víctima,

¡oh, madre! hacía falta,

víctima propicia

de expiación y gracias?…

Perdona mis cuitas

¡Perdón!… que mi alma

los altos Designios

bendice y acata.

Mas los seres tristes

que el dolor quebranta;

la viudez que gime

mustia y desolada;

la orfandad doliente;

las fraternas lágrimas,

tu consuelo imploran,

 ¡Virgen de Altagracia!

María de los Angeles Trinidad (Trina) De Moya Pérez de Vásquez era tía abuela de mi papá Rafael Agustín De Moya Ventura. Trina -Chin Mamá- como le conocemos, familiarmente, residió en Tamboril siendo así vecina de mis abuelos maternos Eliseo A. Santana Alonso y Angela A. Fernández Fondeur. Trina fue comadre de ellos porque era la madrina de bautizo de mi madre Lourdes, llamada así por la devoción que Trina sentía también hacia Nuestra Señora de Lourdes.