A la hora de la sepultura

“Para todo hay remedio, si no es para la muerte”, escribió Cervantes, para quien a la hora de morir el príncipe y el jornalero van por la misma senda estrecha. La cita viene a cuento porque el triste final no se puede evadir y a todos nos mide con el mismo rasero, pero antes sí podemos disponer cómo querríamos el momento y forma de la sepultura aunque, vaya paradoja, no estaremos para verificar si nuestro deseo es desatendido. Lo digo así por el reciente sepelio de una persona destacada de Santiago, que escogió ser cremada y aborreció la imagen de un ataúd penetrando a un nicho. Pero se hizo exactamente lo contrario. Un abuso, un irrespeto a su voluntad. Y a su dignidad, la que se conserva aún después de muerto.