De qué tamaño es el cielo

Las preguntas de una niña siempre sorprenden

El cielo es inmenso y cabemos todos. (Luiggy Morales)

—¿Abuelo cuán grande es el cielo?

La pregunta me tomó por sorpresa.

—¿Por qué preguntas eso?

Ella no contesta sino que me hace otra pregunta más preocupante.

—¿Abuelo, todo el mundo se muere?

Las manos me sudan, pero no tengo otro camino que decir la verdad.

Vuelvo sobre la primera pregunta para ganar tiempo y pensar correctamente la respuesta.

—El cielo es inmenso -contesto-, creo que cabemos todos y todos nos morimos porque la verdadera vida comienza cuando nos vamos de este mundo. ¡Ufffff!,
-resoplo-.

Una mirada penetrante de la nieta, ella respira profundo y me arremete.

—¿Abuelo, tú sabes cuántos chinos hay en el mundo? Leí que eran miles de millones.

Estoy sudando, no sé por qué los niños hacen estas preguntas tan existenciales que desconciertan. ¿Y por qué me pregunta por los chinos?

—Dios, que es infinito, ha pensado en todo esto -dejo caer para cerrar el tema.

—¿Y qué haremos cuando nos muramos?

—Dios lo tiene todo planificado, es un lindo secreto, pero te aseguro no te aburrirás.

La cara de mi nieta es de duda absoluta, sin su tableta, sin sus amiguitas, sin sus padres.

La niña sigue jugando y yo en silencio la contemplo deseando se acaben las preguntas.

—Y por qué tenemos que morirnos? ¿No hubiera sido más fácil haber nacido todos en el cielo?

No voy a contar lo de la manzana y Adán y Eva, no me parece correcto.

Un frío me recorre la espalda.

—Son muchas preguntas -digo- y no tengo las respuestas, solo Dios las tiene.

Ella vuelve a jugar y parece que se entretiene, sospecho que está intranquila.

—¿Abuelo y por qué hay gente mala en el mundo?

—También hay mucha buena, es más, somos más los buenos.

–¿Y entonces las guerras?

(Hay que prohibirle la TV).

—Por egoísmo, los seres humanos somos complicados -y aquí me atoro sin saber qué responder, loco por desaparecer del escenario-. Ya verás cuando crezcas que entenderás muchas cosas, no te apresures, algunas de tus preguntas no tienen respuesta, pero la gran mayoría sí, ten paciencia.

—¿Abuelo, tú eres feliz?

-¿Y qué habrá bebido esta niña?

—Creo que sí, mi felicidad es muy simple, espero poco, me conformo con lo que tengo y cuando no tengo respuestas espero que algún día lleguen.

No creo haberla convencido, lo deduzco por cómo me mira.

Silencio, ahora la niña se mueve lentamente, como si estuviera caminando sobre una delgada línea imaginaria en el suelo e hiciera equilibrio para no caerse, extraño juego.

—¿Abuelo, quieres jugar conmigo?

—Si prometes jugar en silencio me quedo, si sigues haciendo preguntas no, porque entonces no disfruto el juego.

—Te lo prometo, pero antes una última pregunta abuelo.

Tiemblo.

—¿Quién hizo a Dios?

—Eso se lo preguntarás a Él cuando lo encuentres, además te va a contestar todas las preguntas que no he podido responderte. Él lo sabe todo.

¿Habré soñado esta conversación?

Freddy Ginebra Giudicelli es un contador de anécdotas cuyo mayor deseo es contagiar su alegría y llenar de esperanza a todos aquellos que leen sus entrañables historias.