Chucho Valdés, 80 cumpleaños: “Ahora comienzo mi segunda adolescencia”

El músico cubano celebra sobre el escenario, sin pensar en retiradas y con nuevos proyectos musicales bajo el brazo

El pianista cubano Chucho Valdés durante el concierto que ha ofrecido en el Festival de Jazz de San Sebastián en 2021. (EFE/Javier Etxezarreta.)

Siempre se sube con las mismas ganas al escenario, pero, después llevar un tiempo alejado por la pandemia del covid, Chucho Valdés, el pasado verano lo hizo con más energía y emoción. Estuvo ofreciendo su arte por la ancha geografía española, desde el sur, desde Cádiz o Málaga, hasta el norte, en Huesca.

Con motivo de su vuelta a los escenarios le entrevistamos en Madrid y aprovechamos para felicitarle, por adelantado, su cercano cumpleaños, el 9 de octubre. En su sencillez humana, equivalente a su grandeza artística.

De tal palo, tal astilla

Dionisio Jesús Valdés Rodríguez nació en 1941 en Quivicán, en el mismo lugar y día -9 de octubre- que su padre, el gran pianista de jazz Bebo Valdés (1918-2018).

Chucho Valdés, “el hijo Bebo” -como le gusta recordar a él que le llamaban-, orgulloso de su padre, heredó el mismo don artístico que su progenitor -inolvidable piano de Lágrimas Negras junto a Diego El Cigala- y se ha convertido en uno de los más grandes pianistas de jazz de todos los tiempos. “No. A Bebo Valdés no llego, él es insuperable, créame. Bebo fue un genio al piano”, dice con la tremenda humildad que derrocha, también congénita.

Con nueve discos Grammy a sus espaldas, Chucho sigue activo en la música, sin ganas ni pensamientos de retirarse. Al revés, sigue rodeado de los músicos que conforman, junto a él, su cuarteto, con Georvis Pico Milian a la batería, Reinier Elizarde Ruano en el contrabajo y Pedro Pablo Rodríguez Mireles en la percusión.

Chucho fue siempre “el hijo de bebo”

Chucho empezó a tocar con 4 años y a recibir clases de piano y solfeo con 5, fue un niño prodigio sin ser consciente de serlo. “Con 14 años ya estaba titulado en música y empecé a actuar con 15. Creo que he sido el admirador más grande de Bebo Valdés. Un músico excelente, gran padre, y a la vez un excelente maestro, muy exigente”.

“Mis Padres, Bebo Valdés y Pilar Rodríguez, fueron la mejor escuela que puede tener y el mejor ejemplo. Fuimos pobres, si, como tantos, pero también un privilegiado. Mi papá me enseñó la disciplina, el esfuerzo, y el respeto por la música, y mi madre -que cantaba muy bien- me enseñó el arte del acompañamiento: ¡tremenda escuela! ¿no le parece?, indicaba.

“Todos mis hijos son músicos, además de Chuchito y, ahora, también mis nietos. Casi todos son músicos y buenos, y están ahí trabajando duro, o están relacionados con el mundo artístico”, afirmaba Chucho.

Dejamos su infancia dura que le tocó vivir. Su padre, Bebo se expatrió aprovechando una gira por Europa y decidió no volver a Cuba por la situación política, juró no volver hasta que cambiara la dictadura... Bebo se estableció en Suecia y formó otra familia en Estocolmo.

“Él era mi referencia y mi ídolo. Estuvimos sin verlo más de 18 años, fue duro. No hubo reproches, pero tuve que acelerar todo. Me quedé de padre de familia. Me pidió que los cuidara y me hice cargo de todas las cosas con solo 19 años. Con esa edad tuve que ser adulto. Aquello me ayudó a madurar. Después nos reunimos con él. Tuvimos un gran reencuentro”.

Pilar no llegó a tiempo, falleció antes. Bebo vivió en Benalmádena, un pueblo costero español de la provincia de Málaga donde mantienen la casa familiar y falleció hace ocho años, a los 94 años.

“Toda buena obra es fruto del trabajo, esfuerzo y disciplina”

“Hay que picar mucha piedra, para dejar la obra bien, bien. Es tan difícil llegar a ella, cuando lo oyes ya grabado. Antes de eso, hay muchas horas, mucho esfuerzo, y frustración porque a veces las cosas no salen como tú quieres, o ves que no puedes”, afirmaba Chucho.

Un artista con poco ego, o el justo, pues siempre antepone el trabajo de sus músicos y a todos “quienes hacen posible el milagro”, empezando por su padre que le enseñó “a ser humilde y a trabajar, el verdadero significado de esa palabra, a que nada se consigue sin esfuerzo, trabajo y constancia”.

“Sin esta última, el trabajo no es nada. Hay que dejarse los dedos, repetir y repetir hasta que te salga la pieza, en la creación no se sale a jugar, no hay recreo”, confiesa riendo a carcajadas cuando recuerda esto.

“Sí y eso es bueno, no hay otra manera de aprender bien. Solo cuando pasa el tiempo sabe uno qué bien nos hicieron. ¡Cuánto se lo agradezco!”, añade refiriéndose a su padre.

Padre ocho veces: a los 20 y a los 70

Chucho se casó seis veces y tiene ocho hijos. Fue padre con 20 años y después con 70. “Es maravilloso ser padre mayor, rejuvenece la vida, es una inyección para sentirte fuerte. Sí, sentir que haces falta, que eres importante para otros, imprescindible. Ayuda a seguir luchando y a seguir ayudando a toda la familia”, indicaba.

Todos sus hijos son músicos y, además, buenos. Tocó con Chuchito y con su hija Leyanis, excelente pianista y también compositora. Emilio, percusionista y Yousi estudió dirección coral y, al igual que Jessi, son bateristas. También tiene dos nietas, Chanti (violinista) y Marina (cantante), “Con mucho talento las dos. A ver si llegan”, indica.

A la pregunta de señor Valdés, ahora que cumple 80 años, ¿está pensando en jubilarse?, el artista, genial, asegura: “¿Jubi... qué? (carcajadas). Si ahora empieza ¡mi segunda adolescencia!”.

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