De marciano tiene poco
La propuesta de "eliminar diciembre" que retrata el clientelismo dominicano
Lo de Antonio Marte proponiendo que “diciembre debería desaparecer del mapa” dista de la ocurrencia de un hombre pintoresco, que lo es. Asemeja la radiografía cruda de un sistema político anclado en el clientelismo y una raigambre de prebendas que permea la vida pública dominicana.
El senador de Santiago Rodríguez, dirigente choferil de larga historia, no habla para reformar el calendario. Más bien simboliza una clase política que confunde sus pesos y contrapesos con un barrilito eterno de canonjías y concesiones. Su mensaje es la burla ritual de quienes han hecho del intercambio de favores —los pagos, los empleos, los contratos— una forma de autoridad. Esa lógica clientelar, prolongada hasta el absurdo, no tiene reparo en transformar el lenguaje en espectáculo y la política, en comedia.
Pero el contexto lo delata. Marte fue capaz de torcerle el brazo al gobierno con su decisión de permanecer ocupando terrenos públicos en el km 9, por pura capacidad de presión política y de movilización de intereses. Esa es la carne viva del clientelismo: el canje de obligaciones por favores, inclinar la administración pública ante la voluntad de un grupo particular.
Su reacción al caso Senasa, de sorpresa por un desfalco mayúsculo, suena menos a indignación y más a hipocresía de quien deambula por un sistema donde todos se conocen y todos se cruzan favores. La corrupción no debe sorprenderle.
Así, la anécdota del calendario no es un chiste: es el eco de un atraso donde la cultura de “hacer política” dobla como sinónimo de reparto, no de servicio. En esa cultura, el caso Senasa es el espejo perfecto de una República que aún no ha roto con sus peores vicios.