A todos nos gusta
Creyentes o ateos, todos necesitamos esta tregua
Hay quien se sabe agnóstico pero que Cree que si Dios existe es católico. Por eso recibe con más sentimiento un Feliz Navidad que un Felices Fiestas. Porque fiestas hay para todas las ocasiones y de todos los tamaños. Desde la de graduación a las patronales del pueblo.
Hay profesionales de la Navidad que colocan a finales de octubre la nariz de reno en su carro y combinan la ropa con el gorro de Santa. (Así, sin apellido.) Organizan angelitos, a menudo los imponen y aseguran que el ponche que venden es receta de su abuela. Y suele ser verdad. Hay auténticos grinch, alérgicos al almíbar que gotea de los abrazos generosos que se ofrecen y se dan durante dos semanas seguidas. Y no, no se ablandan al final de la película.
Hay quien se resiste a aceptar que la Navidad es la fiesta por la que más de 1,400 millones de católicos celebran el nacimiento de un niño judío. Se apunta al jolgorio y a unas buenas vacaciones pero se esmera en dejar fuera cualquier connotación religiosa en sus tarjetas. “Es más inclusivo”, dice mientras excluye la razón por la que felicita. ¡No le vayan a confundir!
Hay navidades frías y solitarias y navidades calurosas y entrañables. Hay Navidad para gastar mucho y mal y Navidad para querer mucho y bien. Hay navidades con ausencias y otras con nuevos amigos. Los enfermos viven navidades tristes y muchos niños navidades perfectas.
Algunas guerras pausan en Navidad. Se decretan treguas porque, creyentes o ateos, todos necesitamos un respiro. Puede ser una motivación espiritual, una buena campaña de marketing o quizá la naturaleza nos ha hecho así: estamos programados para parar cada vez que la Tierra da una vuelta al Sol. 2025 casi se acaba y no le vamos a echar de menos. ¡Es Navidad!