El costo político de la incertidumbre
El principal desafío del presidente (Trump) consiste en mejorar las condiciones económicas de cara a 2026
Estados Unidos es el socio comercial más importante de la República Dominicana. Constituye el mayor destino de las exportaciones de bienes y servicios, la fuente más importante de remesas familiares y el inversionista extranjero, directo y de cartera, de mayor relevancia en el país. Esa interdependencia se refleja en una relación cuantitativa ventajosa para la economía dominicana: por cada punto de crecimiento del producto interno bruto (PIB) estadounidense, la economía nacional se expande alrededor de dos puntos porcentuales. En ese contexto, resulta indispensable seguir de cerca la trayectoria económica de esa nación.
Durante el año 2025, la errática política arancelaria estadounidense, junto con las reiteradas críticas de Donald Trump a Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal, crearon perturbaciones que impactaron de forma negativa tanto en la economía de Estados Unidos, como en la del resto del mundo.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) advirtió que los nuevos aranceles podrían reducir alrededor de medio punto porcentual las proyecciones de crecimiento económico realizadas a principios de año. No obstante, en octubre, el FMI corrigió ligeramente al alza sus estimaciones del crecimiento del PIB y publicó que el crecimiento económico de Estados Unidos se situaría alrededor del 2 %, mientras que la economía global lo haría en torno al 3.2 %. Es preciso destacar que una parte significativa del crecimiento de la economía americana obedece al auge del mercado bursátil, impulsado por las fuertes inversiones vinculadas a la inteligencia artificial, lo que se traduce en un incremento del consumo privado. Se ha estimado que, por cada 100 dólares de aumento de la riqueza bursátil, el consumo privado se incrementa alrededor de cuatro dólares.
En abril de 2025, tras el anuncio de los elevadísimos aranceles recíprocos, la probabilidad de una recesión aumentó hasta cerca del 50%, al tiempo que se proyectaba un incremento inflacionario muy por encima de la meta del 2 %. Hasta hoy el colapso no se ha producido, aunque tampoco se ha registrado el avance económico prometido por Trump, en particular el relacionado con la recuperación del empleo en las actividades de manufactura. Se estima que ese sector ha perdido 54 mil puestos de trabajo desde el inicio del segundo mandato de Trump.
A noviembre, la tasa de desempleo en Estados Unidos subió hasta un 4.6 %; es decir, 0.6 puntos porcentuales por encima del nivel de pleno empleo observado en enero. Por su parte, la inflación interanual, que se mantuvo durante la mayor parte del año cercana al 3%, bajó a un 2.7 %, cifra que sorprendió a los economistas que habían pronosticado un 3.1%.
En un ensayo reciente, Gita Gopinath y Brent Neiman, profesores de Economía de las universidades de Harvard y de Chicago, respectivamente, analizan por qué las tarifas arancelarias legales más elevadas desde la década de 1930 no provocaron un desbordamiento de la inflación. Según los autores, el menor impacto de los aranceles sobre los precios, en comparación con las proyecciones iniciales, se explica porque la tarifa efectiva, a septiembre de este año, equivalía a la mitad de la tasa legal (14.1 % frente a 27.4 %). En su artículo académico, los citados profesores sostienen que las exenciones específicas por productos (semiconductores, equipos eléctricos, alimentos y productos farmacéuticos) y empresas (mexicanas, taiwanesas, japonesas y canadienses), el uso del Acuerdo de Libre Comercio con México y Canadá (que pasó de un 50% en 2024 a casi un 90% en 2025), así como la evasión y la aplicación desigual de los gravámenes son factores que han evitado que los aranceles bilaterales anunciados hayan provocado un mayor deterioro del poder de compra de los consumidores estadounidenses.
A pesar de lo expuesto, la política arancelaria de Trump ha tenido un impacto negativo sobre el bienestar de la población. De acuerdo con los cálculos de Gopinath y Neiman, se ha registrado un efecto traspaso de las tarifas efectivas a los precios de importación de un 94%. Dada la importancia de los insumos importados para la industria estadounidense, se estima que la mayor parte de la incidencia de las tarifas ha recaído sobre los productores nacionales. Esto significa que, lejos de fortalecer la manufactura local, la política arancelaria de Trump la ha debilitado por la pérdida de competitividad. De hecho, el sector de manufactura ha retrocedido por nueve meses consecutivos, lo que se manifiesta en menores niveles de inversión y empleo. Simultáneamente, los aranceles más altos, aplicados de manera distinta según el país de origen, han desviado el comercio proveniente de China hacia otros orígenes con menores tarifas, como Vietnam, India o México, en lugar de incentivar la producción y consumo de productos estadounidenses.
Durante su primer año de mandato, la popularidad de Donald Trump se desplomó debido al incumplimiento de sus promesas de campaña relacionadas con la economía y el poder adquisitivo de los ingresos. Al 19 de diciembre, la aprobación neta del presidente, calculada como la diferencia entre el porcentaje de la población que apoya su gestión y el porcentaje que no lo hace, es de -13 puntos. El descontento ciudadano se concentra en la gestión de la inflación y en el persistente alto costo de la vida. La aprobación neta sobre la situación de los precios es de -30 puntos, mientras que respecto al desempleo es de -20 puntos.
El principal desafío del presidente consiste en mejorar las condiciones económicas de cara a 2026. A fecha de hoy, la probabilidad de recesión para ese año está por debajo de un 25 %, pero el mercado laboral continúa en un proceso de deterioro y, a pesar de que la inflación bajó a un 2.7 % en noviembre, los precios de los productos de primera necesidad se mantienen muy altos. Revertir ese panorama será crucial para que Trump logre recuperar su popularidad y el respaldo político que necesita su partido antes de las elecciones de medio término previstas en noviembre de 2026. Si no lo logra, es muy probable que pierda la mayoría que tiene en el Congreso y quede así demostrado, una vez más, el elevado costo que acarrea la incertidumbre de la política económica.