Armas y reforma policial

Cuando los protocolos se evaporan en el "intercambio de disparos"

La regulación del uso de las armas por parte de la Policía Nacional es necesaria. Era inevitable y, en buena medida, saludable. El proyecto de Ley Orgánica establece principios claros de legalidad, necesidad y proporcionalidad, clasifica las armas, prioriza las menos letales y fija responsabilidades de mando. Sobre el papel, el marco es correcto.

Pero el problema nunca ha sido la norma. El problema ha sido la práctica. En República Dominicana sobran protocolos que se evaporan al primer “intercambio de disparos”, esa fórmula vaga que suele cerrar informes, anestesiar conciencias y diluir responsabilidades. Si la ley no logra atravesar esa frontera, corre el riesgo de convertirse en letra muerta.

La reforma intenta equilibrar control y seguridad jurídica para el agente, y lo hace bien al reconocer la defensa legal del policía que actúa conforme a derecho. Sin embargo, ese equilibrio se rompe cuando la excepción se vuelve rutina y el uso letal aparece como respuesta reflejo, no como último recurso.

El verdadero desafío no está en la clasificación de armas ni en el registro balístico, sino en la rendición de cuentas efectiva. Que cada disparo tenga contexto, trazabilidad y evaluación independiente. Que la responsabilidad del mando no sea retórica. Que los reglamentos se apliquen en la calle, no en seminarios.

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